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Isla de Jersey, Channel Islands, United Kingdom
En el ecuador de la cincuentena

lunes, 15 de noviembre de 2010

VII.- The Happy boy

Imaginaos que un día escucháis en el trabajo que van a destinaros a otro lugar, a una city lejana. Un simple rumor, porque ni vosotros queréis ese traslado ni hay posibilidad de que suceda tal cosa. Pero seguid imaginando que el asunto deja de ser un chascarrillo, va tomando fuerza y se convierte en realidad. Así que de buenas a primeras os encontrais lejos de casa, habiendo dejado atrás family, friends y todos vuestros referentes, para iniciar una aventura no deseada, en un lugar remoto y rodeado de people al que no entendéis porque hablan un idioma extraño. Imaginaos finalmente que cualquier queja vuestra sistemáticamente la ahogan frases como "qué suerte", "qué envidia", "eso es bueno para tí", "verás como en el futuro lo agradeces".


Ni más ni menos ésto es lo que le ha sucedido al Happy boy. Sin comerlo ni beberlo ha pasado a formar parte de una historia que tiene tres protagonistas, dos de los cuales decidieron por él y pensando en el futuro lo convirtieron en víctima del presente. Sin duda el día de mañana se alegrará de haber estado en Magic Island, incluso la recordará con nostalgia, pero hoy por hoy no lo ve así y tampoco se hace cargo de que la madurez le hará cambiar de opinión.





Quizás convenga empezar por el principio para que este relato adquiera la dimensión que vuestro non qualified hero quiere darle. Si por el Happy boy hubiera sido no estaríamos aquí. El día más crítico durante la fase previa al viaje fue cuando se dió cuenta de que la cosa iba en serio. Lloró con amargura delante de un plato de sopa de fideos, porque cambiar su colegio y dejar a sus amigos por una english school y unos blond guys con los que no se iba a entender le parecía insoportable. Pero la suerte estaba echada y de nada valieron sus lamentos. De hecho aquí estamos y aquel bloomy day hace ya más de seis meses que quedó atrás.


Recién llegados a Magic Islan nos encontramos sin vivienda y él se sintió culpable al enterarse de que nuestra veleidosa patrona dio marcha atras, rompiendo la palabra de su marido, por mor de las posibles molestias que le podía causar un niño extranjero de 11 años. Ironías del destino, el marido trabaja en la Durrell y tienen una hija que es compañera de clase del Happy boy. Pasó cuatros días fatales en el hotel donde nos hospedamos mientras buscábamos un love nest donde instalarnos. No era para menos, teniendo en cuenta, además de todo lo dicho, que el día antes de comenzar las clases estaba por resolver a qué colegio lo íbamos a mandar. Finalmente, siguiendo una vez más el buen criterio de John, decidimos dejarlo en el que le correspondía de habernos quedado a vivir en Villa no children.


Podeis suponer cómo fue el día de la apertura del curso. Lady Messy, John y yo lo acompañamos al colegio (Mont Nicolle). Al pobre no le llegaba la shirt al body. Salieron a recibirnos el director y el que iba a ser su profesor, Mr. Brown. A continuación, como paciente que se llevan al quirófano en contra de su voluntad, entre los dos escoltaron al Happy boy hasta la clase. La mirada que nos echó era implorante, angustiada, de miedo, pero allá que se marchó encarando su destino como los Vargas hemos sabido hacer durante generaciones cuando el deber nos requería.



Lady Messy y yo le temíamos a esos primeros días como a una green steak. Pero aparentemente no fueron tan traumáticos, digo aparentemente, porque el Happy boy, a pesar de encontrarse como humano entre extraterrestres, fingió que todo iba bien para no preocuparnos. Cuánta grandeza de su parte en medio de tanto cáos. El mejor rato del día era cuando salía a jugar al cesped durante el break time. Del resto de lo que sucedía en el interior del aula el pobre ni se enteraba y las mañanas se le hacían interminables. Por fortuna lo incorporaron al equipo de football de su clase, iniciativa que acogió de buen grado y que le ha facilitado relacionarse con el resto de sus compañeros. Bendito football y nuestro agradecimiento más sincero a Mr. Hollywood que supo darse cuenta de que ésta era la mejor forma de motivarlo. Aprovecho para deciros que el único inglés que tienen que saber los niños para jugar al football en Magic Island es come on y away.


El primer fin de semana fue sospechosamente positivo. El Happy boy estaba eufórico y deseaba con todas sus fuerzas que llegara el lunes para volver a jugar con sus compañeros. No era normal tanta felicidad y, en efecto, el paso de los días confirmó nuestras sospechas. El primer bajón de ánimo lo tuvo enseguida. La segunda semana de clases, el colegio tenía previsto hacer una excursión a Francia con los niños de su clase, una visita cultural y deportiva que realizan cada año dentro del programa anual de actividades docentes. Mr Brown y Mr. Masterman, el director del colegio, me recomendaron que el Happy boy  fuera para acelerar su  integración con los demás niños. Pero él decidió que prefería quedarse porque no tenía amigos y no sabía hablar ni francés ni inglés. Nos costó un egg convencerlo pero al final optó por ir, celebró su cumpleaños en Francia y, como era de esperar, nos alegramos todos de la decisión tomada. Obviamente cuando regresó lo estábamos esperando con el love nest lleno de globos y con una tarta casera a los tres chocolates, made by Lady Messy, para celebrar sus 11 años de estreno.


No creáis que superadas las primeras semanas y vencidas las dificultades iniciales la vida cotidiana se ha convertido en un jardín de rosas. Me faltan palabras de gratitud para calificar la profesionalidad y cariño del staff de Mont Nicolle, así como el compañerismo de los jóvenes endémicos para con el Happy boy. Pero aún así la barrera idiomática lo margina en contra de su voluntad. Apenas reflexionéis un poco sobre this issue os daréis cuenta de lo difícil que le debe resultar superar con éxito las dificultades diarias, que abundan como conejos en campo de alfalfa. Inevitablemente se nos volvió a derrumbar al poco de regresar de Francia. Lloró con tanto desconsuelo que las lágrimas llegaron a dejar de correr por sus mejillas. Qué noche más desgarradora y cuantas dudas como espinas aguzadas se clavaron en mi corazón. Fueron momentos tan duros como difíciles, si bien también los superamos. El que siga pensando que este sabático son vacaciones consentidas, quizás también lo cree el Ministerio y por eso no se decide a concederme la ayuda solicitada, permítame que le advierta de su probable equivocación.


¿Cuál es el diagnóstico al cabo de dos meses y medio de estancia en Magic Island? Positivo y optimista aunque no exento de recaidas y nuevas dificultades. Al Happy boy los fines de semana le sientan peor que los días de colegio, sencillamente porque se aburre cuando está con nosotros. De lunes a viernes tiene young people con quienes interactuar, cosa que no sucede los dos días restantes. Esta es una sociedad insular, inglesa, más cerrada que la nuestra y cuesta mucho trabajo relacionarse fuera del ámbito profesional y escolar. Los problemas del Happy boy son los mismos que los nuestros, en este aspecto, pero obviamente él los lleva peor que nosotros. Hoy mismo me ha comentado que lo que más echa en falta es el tipo de vida que llevaba en Málaga, es decir, se siente desarraigado y no tiene con qué ni con quién paliar esas carencias. Entonces se encierra en sí mismo, se niega a salir del love nest e inconscientemente trata de vengarse contra nosotros como responsables únicos y directos de sus desdichas. A veces se crean y otras provoca de forma deliberada situaciones tensas que hay que sobrellevar con tacto y paciencia.



El ordenador es su refugio, juegos y series de televisión que consumiría con el mismo descontrol que un alcohólico libando una botella de coñac. De hecho hemos tenido que prohibirle el uso de la Nintendo porque pasaba horas tumbado en el sofá totalmente enganchado a la dichosa maquinita. Si le ofreces pasear se niega y entonces hay que hacer auténticos encajes de bolillos para encontrar algo que le motive ajeno al recurso informático. Nos vamos a los parques cercanos a jugar al futbol, a escalar, a superar circuitos tipo pista americana. Todo eso está muy bien pero sin amigos no es tan divertido. Hay tres síntomas inequívocos de su comportamiento que nos advierten de que no se encuentra a gusto: hiperactividad y sobreexcitación, amenazas de portarse mal para hacernos sufrir o hilvanar un discurso catastrofista acerca del sin sentido de su vida. La soledad impuesta, que es mala compañera.







Como vuestro non qualified hero es muy terco y está convencido de que, a pesar de todo, este es el camino, busca, provoca y consigue demostrarle que la niebla no debe impedirle apreciar la belleza del paisaje. Y como el Happy boy es muy inteligente, primero se resiste a darle la razón a papa sin discutir, porque no es propio de hijos normales, pero al final acaba reconociendo que las cosas son como yo se las planteo. Esta noche acabo de conseguir otra victoria en este campo y se ha ido a la cama feliz y contento.





De momento nuestro gran aliado es el futbol. Todos los sábados juega partidos interescolares y allá que su madre y yo nos estamos recorriendo los distintos colegios de Magic Island para brindarle ánimos y compañía. El otro día su nombre apareció en una circular del colegio, en una frase que decía lo siguiente:"a cracking goal scored by Alberto", en relación a un partido importante que ganaron gracias a un tanto marcado por él. No os podeis imaginar hasta que punto ese comentario de Mr. Masterman le ha hecho recuperar parte de la autoestima perdida. Pero no acaba ahí la cosa, porque ahora lo han preselecionado para formar parte del equipo de futbol de Magic Island para enfrentarse a los teams de las otras islas del Canal. Independientemente de que lo elijan o no a finales de este mes, estamos tratando de enrolarlo en algún equipo extraescolar para que no le falte actividad y entretenimiento los fines de semana.



En el terreno académico va muy bien. Afortunadamente el contenido de las materias que están explicando no le resulta difícil y muchas de los temas que tocan en la programación ya los había dado en Málaga. Le han puesto una profesora de apoyo para acelerar el aprendizaje del inglés y lo cierto es que, a estas alturas, entiende cosas que a mí me resulta difíciles de comprender. Ya se que ponerme como referente es poco representativo, debido al coenzima ese que limita mi capacidad de comprensión de la lengua inglesa, pero es sólo para que os hagais una idea de lo rápido que está progresando.


Una cosa que nos llama mucho la atención y nos llena de satisfacción es la popularidad que ha adquirido en Mont Nicolle. Empezó destacando en el equipo de futbol y la sencillez y dulzura de su carácter han hecho el resto. Tiene ya varios amigos entre sus compañeros, especialmente un rubio de libro llamado Matthew, que también está en el  football team, y un portugués rellenito que empezamos llamando cariñosamente zampabollos pero que ahora preferimos nominar como roll eater, digamos porque suena como más aristocrático. ¡Ah!, se me olvidaba, hay tambien un par de blancuchillas a las que les tiene echado el ojo. De esto no digais una palabra porque para estas cosas es muy discreto y no le gusta hablar del asunto.



Razones obvias justifican que la entrega de esta quincena esté llegando al the end, por más que dejo muchas anécdotas y reflexiones sin contar. Pero antes de concluir quisiera que, por el hecho de haber sido tal vez demasiado explícito y detailed en los aspectos problemáticos, sacárais una conclusión equivocada. Our adventure in Magic Island era un reto nada fácil y jalonado de dificultades. No obstante lo estamos superando con éxito, a base de paciencia, comprensión y ganas de seguir luchando. A pesar de los pesares el Happy boy es lo que su nickname indica, protagonista de unas vivencias que él mismo empieza a reconocer como positivas y que algún día recordará con nostalgia. En lo que a mí respecta, si tuviera que volver a tomar la decisión de venir a Magic Island lo haría con los ojos cerrados. Vamos por la buena senda aunque algunos chinos se nos metan en el zapato, para lo cual no hay mejor plantilla que el amor ni piedrecillas que se le resistan.



Abusando de vuestra tolerancia quiero pediros una cosa. Adjuntad un comentario a esta entrega, para que yo se lo pueda leer y perciba que no está solo luchando contra molinos de viento más poderosos que su adarga. Supongo que sois conscientes de que en este apartado rincón cualquier palabra de aliento resuena como un estallido de cariño, sencillamente porque se necesita. Gracias y no nos olvideis, especialmente al Happy boy que es, en realidad, el genuino protagonista de esta historia.


lunes, 1 de noviembre de 2010

VI.- Halloween, livestock and pets

Hi everybody! Halloween es una celebración que la globalización asimétrica nos ha traido de EE.UU., por lo que nunca ha sido santo de mi devoción. Sin embargo, asumirla aquí es distinto porque sus raíces son celtas (originariamente la fiesta del Samhain o del fin del verano). Tenía yo ganas de vivir una noche de Halloween en su propia salsa, la auténtica All Hallows´eve (víspera de Todos los Santos) en territorio anglosajón. Pero me he llevado un par de chascos. El primero es que la escenificación tiene ya poco de tradición celta y mucho de vorágine comercial norteamericana. En 1840 los irlandeses que emigraron al Nuevo Mundo, huyendo de la crisis de la patata en su tierra natal, exportaron el rito de Halloween y los estadounidenses, siglo y medio más tarde, nos han devuelto el favor al resto del mundo dictando los usos y costumbres que debían observarse en estos días, basados en el consumo de todo tipo de mercaderías inspiradas en películas de terror (norteamericanas, por supuesto), cargadas de sangre y mondongos en tanto que livianas de calidad cinematográfica.


El segundo chasco ha sido la celebración callejera de la fiesta. Con mucha ilusión nos hemos lanzado esta noche Lady Messy, el happy boy y yo a las streets de St Helier, esperando tropezarnos con gente disfrazada, niños pidiendo candies, algún que otro gamberrete teenager tratando de asustarnos... Nada de eso, guys. Las calles más céntricas estaban desiertas incluso de espíritus malignos. O eso es lo que nos ha parecido. Pluralizo para añadir fuerza a mi observación porque yo sin gafas apenas distingo bien a los vivos, con lo cual a los del otro barrio ni os cuento como se me cuelan sin entrada. Quizas es que los endémicos tienen por norma celebrar esta fiesta en la intimidad hogareña. Intentaré informarme.


 A modo de justificación os diré que las expectativas de que aquí Halloween tenía su peso se fundaban en los acontecimientos vividos durante las tres semanas anteriores. A lo largo del mes de octubre las calabazas hicieron acto de aparición en los mercados, granjas, escaparates. Cada vez más calabazas naranja everywhere. Si hubieran sido bombas hubiera pensado que se preparaba una guerra en toda regla.




Incluso nuestra modesta economía asumió el esfuerzo extra de adquirir un ejemplar de discretas dimensiones para transformarlo en una Jack O´Lantern. La condición que le puse a Lady Messy fue que el producto de ahuecar la calabaza lo transformara, con ayuda de la Termomix, en una crema nutritiva to have dinner, y al happy boy que se la comiera sin protestar más de lo que en él es habitual cuando su madre no le presenta un plato de pasta por delante. Pero ha sido más el ruido que las walnuts. Ahora dudo si darle cristiana sepultura a la nuestra, tirarla a la basura como probablemente hicieran los celtas al concluir el sarao o dejar que se amojame encima del frigorífico del love nest.

Os estaréis preguntando que de dónde sale tanta calabaza para estas fechas, si es que viene el ferry de St Malo con un cargamento extra de cucurbitáceas. Pues no señor, se producen en los campos de cultivo de Magic Island, como suena. Tened en cuenta que las tres principales fuentes de ingresos de la isla son los servicios financieros extraterritoriales (también eufemisticamente llamados comercio electrónico), el turismo y las actividades agrarias. Todo el corazón del Bailiazgo de Jersey es una campiña anglofrancesa, feraz y productiva, con sus setos vivos, sus granjas estilo normando y sus manors ingleses. La patata y los lácteos son los productos estrella.


Las Jersey potatoes o Jersey Royals, que es su denominación de origen en la Unión Europea, son pequeñas y me recuerdan mucho a las papas arrugás de Canarias. Hervidas son excelentes, para freir les falta tamaño y textura. Sin embargo hay otras más grandes, de piel fina y rubia, que fritas son casi tan buenas como las que cultiva Lelo en Carratraca, el marido de Juana, la vecina y amiga de mi  recuperada mother in law. Aprovecho para insistiros en que las patatas de Lelo no tienen parangón en la sartén con ninguna otra del mundo, incluida las papas extremeñas.


Los lacteos son de origen vacuno. Hay aquí una raza lechera que empezó a desarrollarse a partir de 1743 con excelentes resultados. De hecho, a partir de 1789 se prohibió importar otro tipo de ganado de ordeño, para evitar cruces indeseados y la caida del precio de los productos derivados locales. Pensad que en el siglo XVIII las exportaciones de ganado procedente de Magic Island a Inglaterra estaban exentas de impuestos, razón por la cual se traía mucho ganado francés y después se reenviaba a Inglaterra para evitar pagar los correspondientes aranceles.


La vaca de Jersey es más bien pequeña (350-450 kg), de color castaño claro y con una careta negra. Produce entre 18 y 20 litros diarios de leche de excelente calidad, rica en grasas, en proteinas y en sólidos. Con ella se fabrica una mantequilla y un queso Cheddar francamente exquisitos (los que me habeis mandado aceite, jamón y embutidos desde España probaréis estas Navidades los citados lácteos, cuando vayamos por Málaga). 

Una de las características que más se pondera de la vaca endémica es su mansedumbre, pero es que además son educadas. Nada que ver con las malencaradas vacas españolas, bravías por sangre y maritaje con astados que embisten a quien se le cruza por delante, ni con las desprolijas vacas argentinas que tanto le quemaban la sangre a Gabi Justo en La Florida. Para empezar, la vaca de Jersey viste uniforme de faena, de ahí que su pelaje sea parejo con el de las vecinas y el rodeo no desentone.





Todos los días paso junto a una granja y suele ser a la misma hora que las vacas salen de sus establos. Que primor, caminan en fila, sin atropellarse ni acelerarse, con flema y cortesía. Ni perros que las hostiguen ni jinetes que las conduzcan. Todo polite, sin voces ni caños para arrearles estacazos. Yo creo, porque esto ya es pura suposición, que no ventosean más de lo que Kyoto consiente, por aquello de contribuir a la reducción del efecto invernadero mediante la inhibición voluntaria del metano emitido libremente a la atmósfera, y que bostean sólo en los lugares habilitados para ello. Ver para creer, my friends.


El resto del ganado es escaso. Ovejas hay pocas y gorrinos menos.


                                   

           
Los caballos que hemos visto son para monta, mientras que mulos, asnos y cabras hay los justos para afirmar que existen. Eso si, todos con sus raincoats para no pillar catarros y acabar en el veterinario.






 Antiguamente existía aquí en Magic Island una raza de ovejas propia que se extinguió en el siglo XVIII, probablemente desplazada por el valor en alza de las vacas. Hace dos años The National Trust for Jersey decidió introducir en la zona norte de la isla otra raza de ovejas muy parecida procedente de la Isla de Man, las Manx Loaghten sheeps. Se caracterizan porque son animales de cuatro cuernos, a veces seis, con una lana bastante tostada y muy rústicas. Esta introducción tiene como objetivo fundamental recuperar la oveja en Jersey y utilizarla para controlar el crecimiento excesivo de los matorrales en antiguas parcelas de cultivo, como antaño se hacía. De ahí que estas sheeps se vean en pechos escarpados de los acantilados más septentrionales, ganándose a golpe de diente la hierba diaria para no acabar como roast lamb.


En el capítulo de mascotas la cosa está muy clara: gatos y perros. Los gatos son bichos de interior, como aquellas macetas de helechos de la casa de nuestra abuela. Son grandes felpudos andantes que, cuando no estorban, decoran. En Magic Island no existen gatos callejeros ni señoras mayores poniéndoles de comer en los descampados. Cada cual disfruta de su gato en la intimidad del hogar. Por el contrario, los perros requieren actividad y sus dueños los sacan a pasear diariamente a los prados o a la playa. Por término medio aquí se le dedica más tiempo a campear al perro que en Málaga.



La mayoría de las personas tienen unos lanzadores con los que tiran a considerable distancia pelotas de goma que los perros persiguen y devuelven a sus dueños para que se las vuelvan a tirar. Al principio te llama la atención pero, como el uso de lanzadores es tan habitual, te acostumbras enseguida a esta forma ingeniosa de darle carreras y juego al perro.




English springer, labrador, Shih Tzu y West Highland son las razas más frecuentes. Tanto a Lady Messy como a mí nos ha sorprendido la ausencia de Yorkshires, que aquí no parecen estar de moda.

Como british de pura cepa, los endémicos son tan amantes de sus mascotas como de los espacios no contaminados con humo de tabaco y de decir sorry a la mínima de cambio. Mirar mal a los irracionales  es impolite y vilipendiarlos ni os cuento. Por eso, cada vez que el happy boy trata de sacudirle un balonazo a una gaviota en el cesped del parque, me pone de los nervios por su mala puntería y en un compromiso en el remoto caso de que le acertara. El simple hecho de que lo intente ya resulta embarazoso. Quizás ellos se pasan y tal vez nosotros no llegamos, pero lo cierto es que mientras la balanza se equilibra hay acontecimientos que nos dejan descolocados.


El sistema de enseñanza pública inglesa insiste mucho en la autosuficiencia del alumno. Es costumbre que los chicos propongan iniciativas de distinta naturaleza y el colegio les apoye a desarrollarlas. Una de ella partió de tres compañeras del happy boy y consistía en recoger dinero para buscarles un hogar a los galgos abandonados, mediante la venta de cakes caseros elaborados por las madres de los alumnos. Reconozco, por la falta de costumbre, que iniciativas tan pías como esta me indujeron a releer por segunda vez la circular que me habían enviado del colegio por si no había entendido bien de qué se trataba el asunto. Una vez comprobado que lo traducido correspondía a la realidad, puestos a salvar galgos, nosotros los primeros.


Lady Messy se aprestó a elaborar unas galletitas que la mala fortuna, la falta de cacharros adecuados y la utilización de ingredientes distintos a los habituales convirtieron en medallas olímpicas, por su tamaño y consistencia. Hubo que descartarlas ante el peligro de que algún chiquillo o, aún peor, cualquiera de los galgos en adopción intentara morder aquellas obleas de afrecho petrificado. Lejos de amilanarse por las ironías del destino, Lady Messy puso en práctica otra receta, esta vez con chocolate, pero una mala tarde la tiene cualquiera y las galletas volvieron a salir para hacer saltos de rana sobre la superficie de un estanque. Miré a ver si les había puesto queratina en lugar de levadura pero no era el caso. Y lo peor es que ya no quedaba tiempo ni aditamentos para un tercer intento. Ante la gravedad del asunto convoqué junta familiar. La decisión fue rápida y unánime. Por los greyhounds lo que sea. Total, que como el happy boy se iba a presentar a la mañana siguiente sin cakes para vender, poníamos el love nest a disposición del headteacher del colegio para realojar temporalmente a un galgo, hasta que se recaudaran los fondos necesarios para encontrarle acomodo definitivo. Afortunadamente las otras madres hicieron suficientes galletas o los galgos adoptivos no eran tan numerosos como para tener que hacer uso de la hospitalidad canina de los non qualified Vargas.

Bueno, como véis seguimos en el tajo, unos días mejor y otros no tanto. Vivir en Magic Island tiene sus pros y sus contras, como todo en esta vida. Pero la moral se mantiene alta y las tropas, como diría Antonio, siguen avanzando. El día de San Alberto saldrá la entrega dedicada al happy boy. Mientras, me despido de vosotros y os dejo la imagen de un conjunto escultórico que St Helier le ha dedicado a sus cows. Cheers.