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Isla de Jersey, Channel Islands, United Kingdom
En el ecuador de la cincuentena

lunes, 1 de noviembre de 2010

VI.- Halloween, livestock and pets

Hi everybody! Halloween es una celebración que la globalización asimétrica nos ha traido de EE.UU., por lo que nunca ha sido santo de mi devoción. Sin embargo, asumirla aquí es distinto porque sus raíces son celtas (originariamente la fiesta del Samhain o del fin del verano). Tenía yo ganas de vivir una noche de Halloween en su propia salsa, la auténtica All Hallows´eve (víspera de Todos los Santos) en territorio anglosajón. Pero me he llevado un par de chascos. El primero es que la escenificación tiene ya poco de tradición celta y mucho de vorágine comercial norteamericana. En 1840 los irlandeses que emigraron al Nuevo Mundo, huyendo de la crisis de la patata en su tierra natal, exportaron el rito de Halloween y los estadounidenses, siglo y medio más tarde, nos han devuelto el favor al resto del mundo dictando los usos y costumbres que debían observarse en estos días, basados en el consumo de todo tipo de mercaderías inspiradas en películas de terror (norteamericanas, por supuesto), cargadas de sangre y mondongos en tanto que livianas de calidad cinematográfica.


El segundo chasco ha sido la celebración callejera de la fiesta. Con mucha ilusión nos hemos lanzado esta noche Lady Messy, el happy boy y yo a las streets de St Helier, esperando tropezarnos con gente disfrazada, niños pidiendo candies, algún que otro gamberrete teenager tratando de asustarnos... Nada de eso, guys. Las calles más céntricas estaban desiertas incluso de espíritus malignos. O eso es lo que nos ha parecido. Pluralizo para añadir fuerza a mi observación porque yo sin gafas apenas distingo bien a los vivos, con lo cual a los del otro barrio ni os cuento como se me cuelan sin entrada. Quizas es que los endémicos tienen por norma celebrar esta fiesta en la intimidad hogareña. Intentaré informarme.


 A modo de justificación os diré que las expectativas de que aquí Halloween tenía su peso se fundaban en los acontecimientos vividos durante las tres semanas anteriores. A lo largo del mes de octubre las calabazas hicieron acto de aparición en los mercados, granjas, escaparates. Cada vez más calabazas naranja everywhere. Si hubieran sido bombas hubiera pensado que se preparaba una guerra en toda regla.




Incluso nuestra modesta economía asumió el esfuerzo extra de adquirir un ejemplar de discretas dimensiones para transformarlo en una Jack O´Lantern. La condición que le puse a Lady Messy fue que el producto de ahuecar la calabaza lo transformara, con ayuda de la Termomix, en una crema nutritiva to have dinner, y al happy boy que se la comiera sin protestar más de lo que en él es habitual cuando su madre no le presenta un plato de pasta por delante. Pero ha sido más el ruido que las walnuts. Ahora dudo si darle cristiana sepultura a la nuestra, tirarla a la basura como probablemente hicieran los celtas al concluir el sarao o dejar que se amojame encima del frigorífico del love nest.

Os estaréis preguntando que de dónde sale tanta calabaza para estas fechas, si es que viene el ferry de St Malo con un cargamento extra de cucurbitáceas. Pues no señor, se producen en los campos de cultivo de Magic Island, como suena. Tened en cuenta que las tres principales fuentes de ingresos de la isla son los servicios financieros extraterritoriales (también eufemisticamente llamados comercio electrónico), el turismo y las actividades agrarias. Todo el corazón del Bailiazgo de Jersey es una campiña anglofrancesa, feraz y productiva, con sus setos vivos, sus granjas estilo normando y sus manors ingleses. La patata y los lácteos son los productos estrella.


Las Jersey potatoes o Jersey Royals, que es su denominación de origen en la Unión Europea, son pequeñas y me recuerdan mucho a las papas arrugás de Canarias. Hervidas son excelentes, para freir les falta tamaño y textura. Sin embargo hay otras más grandes, de piel fina y rubia, que fritas son casi tan buenas como las que cultiva Lelo en Carratraca, el marido de Juana, la vecina y amiga de mi  recuperada mother in law. Aprovecho para insistiros en que las patatas de Lelo no tienen parangón en la sartén con ninguna otra del mundo, incluida las papas extremeñas.


Los lacteos son de origen vacuno. Hay aquí una raza lechera que empezó a desarrollarse a partir de 1743 con excelentes resultados. De hecho, a partir de 1789 se prohibió importar otro tipo de ganado de ordeño, para evitar cruces indeseados y la caida del precio de los productos derivados locales. Pensad que en el siglo XVIII las exportaciones de ganado procedente de Magic Island a Inglaterra estaban exentas de impuestos, razón por la cual se traía mucho ganado francés y después se reenviaba a Inglaterra para evitar pagar los correspondientes aranceles.


La vaca de Jersey es más bien pequeña (350-450 kg), de color castaño claro y con una careta negra. Produce entre 18 y 20 litros diarios de leche de excelente calidad, rica en grasas, en proteinas y en sólidos. Con ella se fabrica una mantequilla y un queso Cheddar francamente exquisitos (los que me habeis mandado aceite, jamón y embutidos desde España probaréis estas Navidades los citados lácteos, cuando vayamos por Málaga). 

Una de las características que más se pondera de la vaca endémica es su mansedumbre, pero es que además son educadas. Nada que ver con las malencaradas vacas españolas, bravías por sangre y maritaje con astados que embisten a quien se le cruza por delante, ni con las desprolijas vacas argentinas que tanto le quemaban la sangre a Gabi Justo en La Florida. Para empezar, la vaca de Jersey viste uniforme de faena, de ahí que su pelaje sea parejo con el de las vecinas y el rodeo no desentone.





Todos los días paso junto a una granja y suele ser a la misma hora que las vacas salen de sus establos. Que primor, caminan en fila, sin atropellarse ni acelerarse, con flema y cortesía. Ni perros que las hostiguen ni jinetes que las conduzcan. Todo polite, sin voces ni caños para arrearles estacazos. Yo creo, porque esto ya es pura suposición, que no ventosean más de lo que Kyoto consiente, por aquello de contribuir a la reducción del efecto invernadero mediante la inhibición voluntaria del metano emitido libremente a la atmósfera, y que bostean sólo en los lugares habilitados para ello. Ver para creer, my friends.


El resto del ganado es escaso. Ovejas hay pocas y gorrinos menos.


                                   

           
Los caballos que hemos visto son para monta, mientras que mulos, asnos y cabras hay los justos para afirmar que existen. Eso si, todos con sus raincoats para no pillar catarros y acabar en el veterinario.






 Antiguamente existía aquí en Magic Island una raza de ovejas propia que se extinguió en el siglo XVIII, probablemente desplazada por el valor en alza de las vacas. Hace dos años The National Trust for Jersey decidió introducir en la zona norte de la isla otra raza de ovejas muy parecida procedente de la Isla de Man, las Manx Loaghten sheeps. Se caracterizan porque son animales de cuatro cuernos, a veces seis, con una lana bastante tostada y muy rústicas. Esta introducción tiene como objetivo fundamental recuperar la oveja en Jersey y utilizarla para controlar el crecimiento excesivo de los matorrales en antiguas parcelas de cultivo, como antaño se hacía. De ahí que estas sheeps se vean en pechos escarpados de los acantilados más septentrionales, ganándose a golpe de diente la hierba diaria para no acabar como roast lamb.


En el capítulo de mascotas la cosa está muy clara: gatos y perros. Los gatos son bichos de interior, como aquellas macetas de helechos de la casa de nuestra abuela. Son grandes felpudos andantes que, cuando no estorban, decoran. En Magic Island no existen gatos callejeros ni señoras mayores poniéndoles de comer en los descampados. Cada cual disfruta de su gato en la intimidad del hogar. Por el contrario, los perros requieren actividad y sus dueños los sacan a pasear diariamente a los prados o a la playa. Por término medio aquí se le dedica más tiempo a campear al perro que en Málaga.



La mayoría de las personas tienen unos lanzadores con los que tiran a considerable distancia pelotas de goma que los perros persiguen y devuelven a sus dueños para que se las vuelvan a tirar. Al principio te llama la atención pero, como el uso de lanzadores es tan habitual, te acostumbras enseguida a esta forma ingeniosa de darle carreras y juego al perro.




English springer, labrador, Shih Tzu y West Highland son las razas más frecuentes. Tanto a Lady Messy como a mí nos ha sorprendido la ausencia de Yorkshires, que aquí no parecen estar de moda.

Como british de pura cepa, los endémicos son tan amantes de sus mascotas como de los espacios no contaminados con humo de tabaco y de decir sorry a la mínima de cambio. Mirar mal a los irracionales  es impolite y vilipendiarlos ni os cuento. Por eso, cada vez que el happy boy trata de sacudirle un balonazo a una gaviota en el cesped del parque, me pone de los nervios por su mala puntería y en un compromiso en el remoto caso de que le acertara. El simple hecho de que lo intente ya resulta embarazoso. Quizás ellos se pasan y tal vez nosotros no llegamos, pero lo cierto es que mientras la balanza se equilibra hay acontecimientos que nos dejan descolocados.


El sistema de enseñanza pública inglesa insiste mucho en la autosuficiencia del alumno. Es costumbre que los chicos propongan iniciativas de distinta naturaleza y el colegio les apoye a desarrollarlas. Una de ella partió de tres compañeras del happy boy y consistía en recoger dinero para buscarles un hogar a los galgos abandonados, mediante la venta de cakes caseros elaborados por las madres de los alumnos. Reconozco, por la falta de costumbre, que iniciativas tan pías como esta me indujeron a releer por segunda vez la circular que me habían enviado del colegio por si no había entendido bien de qué se trataba el asunto. Una vez comprobado que lo traducido correspondía a la realidad, puestos a salvar galgos, nosotros los primeros.


Lady Messy se aprestó a elaborar unas galletitas que la mala fortuna, la falta de cacharros adecuados y la utilización de ingredientes distintos a los habituales convirtieron en medallas olímpicas, por su tamaño y consistencia. Hubo que descartarlas ante el peligro de que algún chiquillo o, aún peor, cualquiera de los galgos en adopción intentara morder aquellas obleas de afrecho petrificado. Lejos de amilanarse por las ironías del destino, Lady Messy puso en práctica otra receta, esta vez con chocolate, pero una mala tarde la tiene cualquiera y las galletas volvieron a salir para hacer saltos de rana sobre la superficie de un estanque. Miré a ver si les había puesto queratina en lugar de levadura pero no era el caso. Y lo peor es que ya no quedaba tiempo ni aditamentos para un tercer intento. Ante la gravedad del asunto convoqué junta familiar. La decisión fue rápida y unánime. Por los greyhounds lo que sea. Total, que como el happy boy se iba a presentar a la mañana siguiente sin cakes para vender, poníamos el love nest a disposición del headteacher del colegio para realojar temporalmente a un galgo, hasta que se recaudaran los fondos necesarios para encontrarle acomodo definitivo. Afortunadamente las otras madres hicieron suficientes galletas o los galgos adoptivos no eran tan numerosos como para tener que hacer uso de la hospitalidad canina de los non qualified Vargas.

Bueno, como véis seguimos en el tajo, unos días mejor y otros no tanto. Vivir en Magic Island tiene sus pros y sus contras, como todo en esta vida. Pero la moral se mantiene alta y las tropas, como diría Antonio, siguen avanzando. El día de San Alberto saldrá la entrega dedicada al happy boy. Mientras, me despido de vosotros y os dejo la imagen de un conjunto escultórico que St Helier le ha dedicado a sus cows. Cheers.





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