Datos personales

Mi foto
Isla de Jersey, Channel Islands, United Kingdom
En el ecuador de la cincuentena

miércoles, 15 de diciembre de 2010

IX.- What's the weather like?

Merry Chrystmas everybody. Qué imprudente o cuán terapeútico resulta darle la oportunidad a un anancástico hipocondríaco para que abrume con sus cuitas al lucero del alba. Esto de tener un blog se me antoja más sofisticado que lamentarse ante un muro y, desde luego, menos impersonal. Reconforta mucho to know que estáis al otro lado de la screen y que podéis dosificar la lectura de mis infortunios, como espero que hagáis estas Navidades con el turrón de Jijona . Además, si llego desahogado a Málaga evito daros la lata en persona. Sí, dears si, estoy como rana en sequía por cualpa del tiempo. Es el síndrome de la Armada Invencible: no han podido conmigo los ingleses sino los elementos.




En Magic Island hace un frio que pela. Estoy siendo sometido a un proceso de curación corporal involuntaria que ríete de los tratamientos de Incosol o de la clínica de la Dra. Asland. Primero vinieron las
aguas, lluvia y más lluvia, que consiguieron arrugarme como garbanzo en remojo. Después apareció the wind, que se asoció con las precipitaciones para lograr una ducha lateral que no sólo anulaba el efecto protector del paguas sino que, para colmo de males, lo volvía del revés y le partía las varillas. No es broma, en este momento estoy utilizando la tercera umbrella de la temporada porque las dos anteriores me las han tronchado ráfagas impetuosas de aire gélido. Finally hizo acto de presencia la nieve, ¡a finales de noviembre!, y los suelos de St Helier y de la Durrell se helaron. Total, que amojamado por el frío y caminando a pasitos breves y torpes como elderly people, para no resbalar sobre la costra cristalizada de ice, ya no soy el mismo de antes.




Ahora ni llueve ni nieva, simplemente hace mucho frío y tirito en silencio. Alto ahí, que no me quejo de vicio. Hace poco más de un año, cuando remábamos en Groenlandia, pasé una noche que ni la de Hernán Cortés en México. Con el saco de dormir mojado, sin ropa seca, con la tienda de campaña derritiéndose inexplicablemente sobre nosotros y con el termómetro marcando lo mismo que un día de terral en Málaga pero boca abajo, pude sobrevivir gracias al aliento de mi entrañable amigo Luis Silió y al plumífero que me prestó. Aquello pasó pero the night en Meteorito, nombre que recibía tan inhóspito lugar, me dejó secuelas. Los especialistas lo llaman síndrome de Meteorito, que es una especie de shock anafiláctico hipotérmico que me entra cada vez que la temperatura baja por debajo de lo normal, entendiendo por normal lo que el sentido común califica como tal. Porque, como cantaba Serrat, yo nací en el Mediterraneo.


Decidme lo que queráis pero lo mío no es blandura sino enfermedad, como el que contrae silicosis por culpa de inhalar carbón pulverizado. ¡No soporto el frío! Me he comprado un calefactor de convección para el love nest pero a mi me parece insuficiente. Y cada vez que tengo que salir a la terraza a fumar, Lady Messy protesta por la fuga de tempero, yo me congelo en el exterior del edificio y todos son tiranteces familiares por culpa de la escasez de grados. Lo curioso es que los endémicos parecen ser inmunes a todo esto. Algunos machotes tiran de la manga corta con imprudente temeridad, incluso los días más inclementes, y la minifalda abunda mientras uno lleva pantalón de pana y debajo el pijama haciendo de segunda piel. Ya le comentaba por mail el otro día a Miguel Delibes que los de Valladolid están a mitad de camino entre la bonanza de mi tierra y la destemplanza siberiana de aquí, pero no por eso dejaréis de entender las vicisitudes que me embargan desde lo de Meteorito. Aquella noche, si me hubiesen dado el pase per nocta, me habría ido a casa y dormido con la mantita eléctrica enchufada.


Pero como no hay mejor antídoto para el frío que las buenas noticias, os cuento la última: el Ministerio, conocedor a través de este blog de mis estóicos padecimientos, ha decidido concederme la ayuda que solicité. Sabia decisión que seguramente habrá sido tomada por unanimidad en el seno de la comisión encargada de resolver estos asuntos. Como dijo un compañero mío de la Facultad acerca de sí mismo, ya era hora de que se reconociesen mis méritos. Lo primero que haré sera ponerme al día con las cervezas atrasadas, aquellas que no tomé por miedo a  llegar en red numbers a final de mes. Hasta es posible que deje de fumar Richmond para volver al Marlboro.


Lo mejor de las alegrías, como lo peor de las penas, es que nunca vienen solas. El otro día recibí un paquete remitido por María y Leo. Guys, aquello era como un pedido de Mercadona, y de los caros, tal cual diría mi hermano. Embutidos variados, paleta ibérica, turrón del blando a la medida de mis maltrechos molares, aceite de oliva sin desvirgar, molletes, ¡molletes de Antequera auténticos! Qué lujo tener medio gorrino de los nuestros manufacturado en el love nest. Lo primero que hice fue sacar el cuchillo de Psicosis que tengo en uno de los dos cajones de la cocina, me lié a puñaladas con los plásticos que conservaban al vacío las tripas de chorizo, salchichón y morcilla y, acto seguido, la emprendí a tajos con la insigne chacina, repartiendo slices a Lady Messy y al Happy boy como el Piyayo hacía con el pescaito frito entre sus nietos. Los molletes y las lonchas de paleta calleron juntos, como los amantes de la Peña. Queda más antequerano y casa mejor con los molletes que citar a los amantes de Teruel, aunque para el caso hubiera valido la comparación. Gracias amigos por acordaros de nosotros y por las viandas.



Las Christmas se nos han echado encima casi sin darnos cuenta. Cuando the time pasa tan rápido es buena señal. Esta no es land de excesos y tanto la decoración de los edificios como el alumbrado de las calles nos resultan agradables porque lucen sin deslumbrar. Después de lo de Halloween intuíamos que iba a ser así. No hace falta llegar al despilfarro para darle un toque navideño a la ciudad. Ayer por la noche fui a recoger a Lady Messy al Welcome Centre, junto a la iglesia de St. Thomas, donde una voluntariosa teacher trata de inculcarle el idioma endémico a una piarilla de portugueses, a una vietnamita que desconoce nuestro alfabeto y a ella. St. Thomas estaba iluminada, fuera había lóbrega oscuridad. A través de las polícromas vidrieras, una luz acaramelada escapaba del templo junto a un tenue, y en apariencia lejano, rumor de villancicos. Magic Island en estado puro.





Aqui a Papa Noel le llaman Santa, a secas. Alguien que en este momento no recuerdo con exactitud pensó que, quizás por mi provecta edad y venerable aspecto cuando me pongo serio, vuestro non qualified hero podía suplantar la personalidad de Santa por una hora, con objeto de repartir regalos entre los niños de la colonia de hispanoparlantes que por aquí habitan. Dicho y hecho. Se organizó una fiestecilla, me disfrazaron, representé con pericia y dignidad mi papel, los más pequeños se asustaron, los mayorcillos quedaron fascinados con la visita del abuelete bonachón vestido de rojo, una niña avispadilla preguntó que por qué no llevaba botas y, finalmente, la cosa salió muy bien. Todos disfrutamos muchos y a mi me resultó especialmente emocionante alimentar la cándida inocencia de los críos.



Ya sabeis que en vísperas de Navidad is traditional organizar comidas entre los compañeros de trabajo, costumbre que aquí también existe. La dinámica de la vida inglesa condiciona que estos fastos se trasladen a la cena. La de la Durrell tiene fama y no es precisamente por la singular calidad o cantidad de los platos. En este sentido todo correcto, incluso bueno. Pero no van por ahí los tiros. La cena de Navidad es todo un acontecimiento social donde las damas compiten entre ellas, no se exactamente si por mostrar elegancia, extravagancia o carnes habitualmente ocultas. El alcohol enciende la mecha y explota el gorrineo.


Salir indemne cuesta trabajo, incluso sin quitarte el anillo y con tu mujer a la grupa. Me habían advertido pero se quedaron cortos. Jóvenes y menos jóvenes, allí, dale que te pego al baile. Aquí lo dejo. Y al día siguiente todos tan serios y recatados de nuevo. Al menos esta dinner festiva me ha servido para descubrir que el uniforme de la Durrell no le favorece a ninguna de las féminas. ¿Es que nadie se ha dado cuenta de que ligeramente desvestiditas como estaban algunas, bien perfumaditas y pintadas atraerían a más visitantes que el gorila o los suricatas?


Bueno, que nos vamos mañana para Málaga y la prudencia recomienda acostarse temprano y descansar. Volveremos a encontrarnos en el blog para mediados de enero, cuando hayamos regresado y retomado el pulso de la rutina cotidiana. Hasta entonces, we wish you a very Merry Christmas and a happy New Year. Os adjunto una tarjeta de felicitación con mis mejores deseos. See you on January.



1 comentario:

  1. Espero lo paseis bien estos días en casita.

    Un abrazo desde el "gélido" desierto de Atacama

    ResponderEliminar